viernes, 12 de noviembre de 2010

Perro guardián de Mierda

Es de noche y el coro de perros canta sin parar. Las manos de Uno sudan, pero son firmes y saben lo que hacen. Dos espera, nada más. Después de varios intentos finalmente Uno consigue  abrir la puerta. El haz de luz que expulsa la linterna de Dos es suficiente para continuar. Ya dentro,  un pequeño perro los saludo con la lengua de fuera. Tal como esperaban la casa está lleno de objetos preciosos. Uno y Dos llenan sus sacos de todo lo que pueden. Todo vale miles, hasta el pequeño perro mudo que se deja acariciar por Uno. “Perro guardián de mierda” dice Dos y ambos ríen. Pasa el tiempo que  han dejo de sentir totalmente. Han encendido las luces de la casa. Dos se ha tomado un baño, es el descaro total. Uno se enfurece pero piensa en lo injusto del reclamo dado a que él ahora está comiendo una cena exquisita: salmón y zanahorias cocidas acompañada de una copa de vino tinto  "Romanee Conti". Mientras come escucha por la radio algo de  Stravinsky. Además se ha quitado los zapatos y anda en calcetines por la casa. Dos en cambio, después de bañarse, ha tomado un libro sobre bioquímica que lee recostado apaciblemente en el sofá. El perro mudo reclama atención de ambos. “Perro guardián de mierda” dice Uno y ambos ríen de nuevo. Ríen a todo pulmón, la casa retumba con esas desquiciadas risas. El perro guardián de mierda mueve la cola sin parar, e incluso da brincos y se hace el muerto cuando Uno y Dos se lo ordenan. Pero el perro guardián de mierda  se siente satisfecho, como nunca. Su cola se agita en total frenesí frente a los ladrones. Bien sabe, y esto es lo que más contento le pone, que la confianza que ha dado a los allanadores le ha permitido a su viejo amo cargar con parsimonia el rifle que en ese instante apunta, desde la oscuridad sobrante, a la carcajada de Dos, quien repite entre risas una y otra vez: “Perro guardián de Mierda”.

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